El contenido de esta página requiere una versión más reciente de Adobe Flash Player.

Obtener Adobe Flash Player

Pilar Vigil ariel fridman - bio
Hasta el presente, son muchos los senderos que me he visto tentado de seguir. Siento una imperiosa necesidad de darle vida a todo lo que se halle en potencia: apenas estas cosas capturan mi atención, comienzo a preguntarme qué debería hacer para lograrlo y dónde debo conformarme y abandonar la travesía.
Desde la temprana adolescencia me identifiqué con el paisaje, que con facilidad entendía al modo de los románticos: una naturaleza humanizada y encendida de misticismo. Aspiraba a su representación tempestuosa, cargada de fuertes claroscuros y acentos, o bien a dejar plasmados en estepas, quebradas y montes aquellos sentimientos, a un tiempo delicados y complejos, que brotan del acto contemplativo. Pintaba acuarelas, tintas y algún óleo, si bien tenía predilección por trabajar con grafito, en dibujos que alcanzaban en ocasiones un detallismo obsesivo. Una década en este empeño afirmó en mí la idea de que ese iba a ser el camino a seguir. De hecho, lo asumí con alegre responsabilidad, estudiando, investigando y practicando las técnicas formales y materiales de los antiguos maestros de la pintura. Un universo artesanal se desplegó ante mí y me interesé vivamente por aprehenderlo. Con el correr de los años, esta apreciación por los viejos oficios se unió a un deseo de vivir envuelto de la calidez de lo artesanal y tradicional, con pocas referencias al mundo masificado contemporáneo. Ello me llevó a querer fabricar hasta la propia indumentaria (propósito abandonado afortunadamente, dadas las evidencias poco alentadoras en términos de estética).
Simultáneamente, comencé a dedicar horas y esfuerzos en algo que el tiempo me ha permitido valorar, “re-significar”, (como dicen por ahí, con bonita pedantería): con los más artesanales ingenios me dedicaba a registrar el mundo audible. Los sonidos domésticos, los inaudibles, el eco de los pasos, las voces de los peces. Y también las voces humanas, llevándome en algunos casos a situaciones cómicas y/o poco discretas… La captación de estos sonidos, en muchas ocasiones verdaderos “paisajes” sonoros, me conducía a percepciones e intuiciones muy ricas y distintas. Unas veces, el acto de registrar bastaba por sí mismo. En otros casos, se asociaba a modo de efectos acústicos a la palabra grabada. Con procedimientos elaboradísimos y a lo largo de unos cuatro años realicé un proyecto de cincuenta horas de grabación, donde animaba por estos medios el relato épico de “El Señor de los Anillos” de Tolkien. Esta obra, desconocida por años en mi entorno personal, representa para mi, entonces y ahora, un viaje por un mundo de una singular belleza y trascendencia (que por desgracia tiende a desvanecerse un poco al ser objeto del consumismo industrial).
Tenía unos quince años cuando mi padre me regaló la primera cámara fotográfica, una encantadora Leica III, de 1935. Como si fuera la cosa más común, tomé un pequeño fotómetro y salí a la calle a hacer fotos. Desde entonces no he abandonado la fotografía. Por unos veinte años no tuve mayor conciencia de ello y fui haciendo, guiado en mis aciertos más por la suerte y la curiosidad que por el conocimiento del oficio. En efecto, salvo en 1985, que tomé clases con el fotógrafo Eduardo Gil (cuya obra admiro por su lucidez y dramatismo), no tuve verdadera guía ni intención clara de encarrilarme. Con la llegada de la Internet a mi vida, hace sólo un par de años, se me abrió un apetito voraz por la superación técnica. He hallado sitios muy interesantes y personas que, con sorprendente generosidad, vuelcan en ellas una vida de conocimientos… Volviendo atrás, en un momento dado oí hablar de los audiovisuales, un lenguaje dinámico, con reglas distintas del cine. Antes de los dieciocho años había producido dos, con importante producción de “slides” y bandas de sonido. En este contexto técnico, un día confluyeron en mi laboratorio casero tres mundos que desde entonces creí hermanados y destinados a un proyecto multimedia: el relato iniciático de Hermann Hesse “Narciso y Goldmundo”, el universo místico del pintor Kaspar David Friedrich y las meditaciones musicales de Franz Schubert y Wilhelm Müller con “Die Winterreise” (“Los viajes en invierno”). Este proyecto aún conserva vigencia y es posible que logre hacer algo con él. En cualquier caso, ante tales influencias, la Naturaleza cobró para mi cualidades ígneas, cada ser tenía una conciencia humana, alerta y conmovida, en una suerte de panteísmo personal y trascendente. Los paisajes juveniles recogen, pues, todo este imaginario. A los veinte años viajé a España para realizar estudios y aprendizaje (ahora lo llaman “pasantías” pero en ese momento los catalanes lo concebían un poco como en los gremios medievales, cosa que yo compartía con fervor), en pintura y en restauración, actividad esta última en la que me desempeño profesionalmente. Este viaje, como siempre ocurre, conducía hacia adelante: uno gana y pierde… y gana. Implicó un estímulo y un motivo de retracción. Con doloroso esfuerzo logré asimilar el valor del “arte moderno” (valga el entrecomillado para aludir a los diversos caminos que se inician luego del impresionismo, con el universo estético, filosófico y ético que despliegan). Es un hallazgo formidable el poder concebir y entender otras formas de comunicación más allá de la pintura figurativa clásica. Lamentablemente entrañó una inversión de los prejuicios: para mi en ese entonces cayó bajo sospecha todo esfuerzo representativo, narrativo, etc. La figuración se hizo mala palabra. Es una pena, y esto lo observo también en el ambiente artístico actual: las vanguardias lograron expandir el concepto de “lo artístico”, en clara batalla contra la intolerancia académica. Hoy “son academia” muchas de estas formas transgresoras, e imponen tendencias no menos rígidas, ignorando o descalificando aquello que no esté homologado por el marketing cultural. ¡En fin! Como resultado de la juvenil fragilidad o por fe poética en aquello que juzgaba un progreso, abracé formas de expresión que no lograron anclar luego en mí, dentro de lo que se podría calificar de “op art” o “arte concreto”. ¿Resultado? Durante unos seis años me paralizo y abandono prácticamente todo esfuerzo plástico. En los ’90 doy un pequeño salto y vuelvo a la plástica con un imaginario surrealista y orgánico, a veces grotesco. Incorporo el volumen y la materia, con lo cual alcanzo una mayor libertad. Siento fascinación por el mundo medieval, que me parece un calco en negativo del nuestro. Parece contener gran parte de lo que nuestra experiencia globalizada contemporánea no tiene, y viceversa. En particular, me interesa la Occitania en esos años en que se da el encuentro del gnosticismo cátaro, el surgimiento de la erótica trovadoresca y los abismos de la Kabalah. Desde mediados de los ’90 me vuelco a este mundo. Tal es la pasión, que vuelvo a las andadas y me creo luthier. En Barcelona trabajo en restauración de retablos medievales con dos restauradores de tallas, eminentes luthiers, los hermanos Raúl e Ismael Yagüe. Si bien no llego a convencerlos de hacerme su aprendiz, se vuelcan con gesto pródigo y me colman de consejos y de obsequios. Son los años de la madera, desde el ’92 al ’98. Construyo (y nunca logro acabar como corresponde, asumida mi ignorancia musical) cinco instrumentos de cuerda de inspiración antigua. Sueño simplemente con saber tocarlos, y sumergirme, como en las fantasías juveniles, en ese balsámico ensueño, en ese jardín cerrado que los “trobadors” construyen, afiligranado.
Las acrobacias del destino quisieron, simultáneamente, despertar en mí un creciente rechazo por establisment cultural y político. Esta reacción me arrancó de aquel ensueño. Por este motivo, comienza a aparecer una serie de collages de imágenes y de textos, de clara actitud dadaísta. Ello coincide con la irrupción en mi vida, hace diez años, de un instrumento muy prometedor: la computadora. Con ella logro dos cosas opuestas: perder innumerables horas y parte de mi tejido neuronal, por un lado, y plasmar esos climas sinestésicos, complejos, que ando persiguiendo, por el otro lado. Tomo más y más conciencia de mi necesidad de reconciliar medios, de integrarlos entre sí. La primera experiencia multimediática que abordo es el libro. Es un continente maravilloso, que integra lenguajes y oficios. Realizo varios (modestos) proyectos librescos, de los cuales extraigo buenas enseñanzas. Surge Geografía Negra Ediciones, fruto de mucha voluntad y deseos de experimentar. Sin pensarlo mucho, tomo por asalto (como muchas otras personas) el noble oficio de las artes gráficas, alentado por la aparente facilidad que ofrece la computación gráfica. Realizo catálogos para muestras de artistas (incluídas las nuestras, por supuesto), tomando la responsabilidad de la fotografía de los objetos y el diseño gráfico y de las tipografías. El espontáneo dadaísmo y la audacia me conducen a un proyecto mucho más ambicioso: la recopilación de aquellos textos e imágenes en un libro de gran formato. A lo largo de cinco años trabajo en “La Reina Margot, poema sarraceno”, donde reúno unas 170 ilustraciones. Tanto los contenidos literarios y plásticos como la realización editorial corren por mi cuenta, emulando con cierta nostalgia los trabajos de equipo. En 1999 se imprimen mil ejemplares de este libro, que plantea una versión surrealista de las Cruzadas. En él, el sarcasmo llega en ocasiones a enmascarar del todo el idealismo que en realidad lo anima. El promotor de esta olvidada Primera Cruzada, un belicoso emperador "bizcahíno" ve torcerse sus ardientes propósitos de conquista y se transforma en paladín de la paz y la tolerancia religiosa, en amarga oposición a lo que suele plantearnos la realidad... En este contexto del libro como realización artística, trabajé entre 2000 y 2002 en una poética antología de textos y dibujos de mi padre, el artista plástico Liber Fridman (Z’’L). El mismo se imprimió en Gaglianone Ediciones, bajo el título “Tras las dunas”.
La otra vertiente que acometo, con igual falta de escrúpulos, es la de aquello que el público identifica más comúnmente como “arte multimedia”. También con apoyo informático, desarrollo algunos proyectos, con o sin interacción del espectador. Intervienen en ellos la fotografía analógica y la digital así como la imagen plástica, creada material o informáticamente. Se vinculan por medio de animaciones en 2D, con o sin navegación y con bandas de sonido que combinan clips de efectos en MIDI y audio tratado con edición no lineal. A mi entender, hay algunos logros, como la presentación multimedia “La Reina Margot”, o una "enciclopedia" que parodia a la Encarta de Microsoft, que también refiere a la misteriosa reina de Jerusalem.
El afán de integrar lenguajes y medios se combina con el gusto por los desafíos técnicos. Al ser autodidacta, vivo “descubriendo Mediterráneos”, y con frecuencia interrumpo atrevidas aventuras por no saber atravesar pequeños arroyos. Pero yo me lo he buscado y es así como se han planteado las cosas. Hay que seguir adelante. Más recientemente, la fotografía ha abierto caminos de insospechada riqueza para el experimentador compulsivo. Atraído por las técnicas antiguas, el cianotipo me parece un procedimiento de copia que merece gran atención, por las posibilidades de combinatoria que ofrece.
De manera cíclica me sumerjo en la fotografía estenopeica y los juegos de distorsión que permite. También con antiguas cámaras de placa que restauro y con artefactos tan agradables para el coleccionista como una Zeiss Contaflex TLR de 1935, una Crown Graphic del ’47 o, mi favorita, la Rolleiflex Tessar, del ’53. ¿De dónde surge entonces “Migraciones”, te preguntarás? Pues bien, ante tanto artilugio del humor y de la técnica, en ocasiones siento el reclamo interno de plasmar de modo más llano y directo emociones e inquietudes, aún a riesgo de caer en lo prosaico. La fotografía viene contribuyendo a ello: en la elección de los temas ha primado una mirada conmovida, existencial. Los pueblos de España, la historia, el polvo suspendido, el goce y el dolor: todo ello salta a través de la lenteja de cristal de la Rollei y tizna de taciturnidad mis afanes… Pero no por mucho tiempo. Ya comienzo a sentirme ansioso y tanta gravedad me pesa. Es por ello que me apresuro a plasmar “Migraciones”, un peregrinaje por aquellos derroteros íntimos de los que te hablaba, y que te propongo recorrer juntos.

"Fe de erratas"
Ariel Fridman
Buenos Aires, 2004